NIF y NIE
Sin lugar a dudas, el número identificativo más relevante para cualquier persona, tanto personas físicas como jurídicas, es su número de identificación fiscal.
Normalmente se suele llamar el DNI (Documento Nacional de Identidad) ya que este es el documento donde aparece en el caso de las personas físicas este número, sin perjuicio que el documento propiamente es la tarjeta identificativa y el número es denominado oficialmente NIF o número de identificación fiscal.
En el caso de las personas jurídicas, este número identificativo se puede encontrar inicialmente en la tarjeta identificativa que emite la Agencia Tributaria donde se incorpora el mismo, y posteriormente en cualquier declaración o comunicación Tributaria.
Este número nos acompañará durante toda nuestra vida, desde que lo obtenemos por primera vez a los 14 años en el caso de las personas físicas (sin perjuicio de que ahora, cada vez, se obtiene antes) hasta que fallecemos. En el caso de las empresas, incluso, dicho número lo obtenemos incluso antes de obtener la personalidad jurídica de la empresa con la inscripción en el Registro Mercantil, ya que, con el mero acuerdo de voluntades de los socios originales de la sociedad, la Agencia Tributaria ya otorga está numeración a efectos de la correspondiente escritura e inscripción en el Registro Mercantil.
Adicionalmente, y en el caso de las empresas, se da el caso de que, aunque la forma jurídica de las mismas se transforme, por ejemplo, convirtiendo una sociedad anónima en una sociedad limitada, el NIF se mantiene, modificando únicamente el inicio de este, la letra, que pasara de A, que representa a las sociedades anónimas, a B, que representa a las sociedades limitadas.
De igual manera, y en el caso de las personas extranjeras, también existe un número identificativo de los mismos, el NIE, número de identificación de extranjero.
En este caso, también suele asociarse el mismo con la tarjeta que se emite donde se reconoce tal condición y la residencia y / o permiso de trabajo o visado otorgado, pero la realidad, nuevamente, es que el número no viene otorgado por la tarjeta, sino que es la tarjeta la que incorpora el número, pudiendo tener NIE, sin tener tarjeta de residencia, sino simplemente a efectos identificativos, como ocurre con los socios o miembros de órganos de administración extranjeros que no tienen residencia en el país, pero que a efectos de participar en la escritura notarial y de su inscripción registral, requieren de esta identificación.
Por su parte, el NIF o NIE es utilizado en múltiples ocasiones cada día. Cada vez que firmamos un papel, una autorización, una carta de Correos, que presentamos un documento oficial, una declaración o liquidación Tributaria, que pedimos una factura o que nos damos de alta en alguna web de Internet. Será imprescindible para gestiones como la devolución de la renta, presentar una complementaria, facilitar datos del suministro inmediato de información o simplemente solicitar cita previa. Al final en cualquier tipo de gestión fiscal o incluso de otros ámbitos es necesario disponer de este número identificativo por el que te pueden localizar o asociar a un expediente o trámite concreto.
A dicha numeración vendrán asociados en la mayoría de los registros el resto de nuestros datos. Por ejemplo, si llamamos para preguntar sobre nuestro contrato de electricidad, será más sencillo identificarnos por este número que por nombre y apellidos o, en ocasiones, que por la dirección. Y esto es así por qué Juan García González, por ejemplo, en la compañía de electricidad pueden tener decenas (por no decir más) de clientes que se llamen así, pero con nuestro NIF solo deberían tener uno.
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